miércoles, 23 de enero de 2008

La dignidad por tres pesos

¿Qué tanto vale ser digno?

¿Tanto vale trabajar por luchar lo que quieres?

¿Cuánto cuesta arriesgarte por nada?

¿Valen los golpes o seguir cómodo?

Hace un tiempo fui crítico de el hecho de que Ana Guevara se fuera a Televisa por una cantidad de dinero bastante tentadora. Ahora que no está, lucha por tener algo de dignidad y no dejarse ganar por aquellos que la quieren ver en el suelo. A fin de cuentas, ella logró de manera solitaria lo que muchos se negaban a admitir y a pensar que algún día ocurriera.

Hugo Sánchez llegó a España para triunfar, pero tuvo que soportar que le dijeran "indio" o cosas parecidas. Se ganó el respeto de todos ganando cinco Pichichis, cinco campeonatos de liga en el Real Madrid. Después, ganó fama, jugó pero no volvió a ser el mismo. Ahora como DT pretende llegar a la cima, pero no acepta que sea por menos de lo que, según el, merece (claro, hablo de dinero).

En Argentina, todos alaban a Diego. Es el 10 de la albiceleste, el del Nápoles, el del Boca de sus amores, el de México 86, el que le hacía berrinche a Codesal en el 90. Tiene una iglesia a su servicio y para su alabanza, parece una burla pero no lo es. Todo mundo lo respeta, se va de fiesta con él, lo recuerdan, le cantan. Pero el sólo quiere vivir, disfrutar del fútbol (otra vez con acento), dejar de ser el hombre que se metía coca y todos lo señalaban, el que una vez le confío la vida a sus amigos y ellos lo dejaron caer, casi al borde de la muerte. Y se aferra a la idea de mantenerse alejado de aquellos que quieren que sea "normal" y sumiso, cuando el sólo espera jugar su propio partido y meterla al arco de vez en cuando.


Sólo por subir al ring, los boxeadores dan la vida, aún cuando están cerca del retiro. Cada golpe vale su hombría, miles de dólares y su capacidad de pelear ante millones de personas que los ven por la televisión. Ya cuando se quedan solos, no saben qué hacer y se convierten en los mejores inventores de su destino, sólo para convencerse de que su leyenda no ha muerto y que queda vida ante las adversidades.

Los que consumen esteroides dan la cara por lograr el triunfo y por ser cada día el mejor. Cada paso es un récord y cada marca representa la fama en el precio que sea. Ya después vendrá el análisis del camino recorrido y la forma empleada, que siempre es fundamental cuando la única obsesión es ser el rey.

Pero no solo le pasa al deporte. Cuántos músicos han llegado hasta el fondo de sus capacidades por alcanzar algo más allá de sí mismos, sin importar sobrepasar los límites con tal de lograr la grandeza. Y cuantos se acomodan en un sendero tranquilo con tal de que la fama y la belleza permanezca eterna, como si eso fuera cierto. Y creo que en el cine y la pintura las historias se repiten por el hecho de rendirse a los quince minutos de fama.

Porque quizá esté en nuestras manos el dar todo por una idea, más grande que nosotros y que nos llene de vida. Pero cuando se es infiel con uno mismo y se da un paso atrás, es algo que no podremos recuperar nunca. En eso, la dignidad o la carencia de ella, no tiene precio.