sábado, 17 de septiembre de 2011

El problema de no saber lo que se es



El América está atrapado en el limbo. Está en el olvido. Hoy sufre estar en los últimos lugares de la tabla y muchos señalan al técnico y a los directivos como los culpables, pero ¿hoy por hoy sabemos lo que es además de un mero equipo de futbol?

Los que todavía lo quieren, sienten vergüenza, enojo, molestia y hasta pena por el. Los que lo odian, ya ni lo hacen porque no hay argumentos para sostener ese sentimiento. Entonces, ¿qué es lo que ha perdido el América a través de los años?

Qué lejos están esas épocas de los sesenta, cuando el “Tigre” Emilio Azcárraga Milmo lo adquirió y con jugadores extranjeros, lo puso como el gran contrincante del campeonísimo Chivas. O en los setentas, cuando llegaron elementos de la talla del otrora leyenda Carlos Reinoso y un delantero llamado Enrique Borja. O los ochenta y noventa, la mejor etapa del club, la de los títulos, la de los caprichos, la de las polémicas, la del conjunto soberbio y prepotente.

Hoy América ha perdido memoria, porque sobre todo dentro de la cancha no sabe lo que quiere. Parece más un instrumento de poder, un método de mercadotecnia, una vía de relaciones públicas que un equipo que anime un campeonato deportivo.

Hoy las notas que los medios de comunicación le dedican parecen más de costumbre, de tiro al blanco y de venta, que por los argumentos deportivos que generan. Personajes van y vienen, pero no hay un revulsivo que lo haga ser lo que algún día fue, ni una persona que se interese realmente en recuperarlo.

Antes el dinero era factor. Hoy los “Millonetas” no existen. Antes no se escatimaban cifras para traer a este o a aquel, que bajo observación o aprobación, era digno de pertenecer al club. Hoy no hay exigencia o un estándar para traer a jugadores de calidad, y sí, nombres cuya carta vale tres pesos.

Por eso, en lugar de andar preguntando por el técnico de moda y buscando culpables, América debería rascar en lo más profundo de su pasado, ese que antes generaba miedo, odio y respeto, y que hoy no mete ni diez mil aficionados al Estadio Azteca. Y si no saben a donde van, que sus seguidores se lo recuerden. Porque del mero nombre, no se puede vivir.