L a mitad del mundo lo lamenta. Una cuarta parte guarda
silencio y el resto respira aliviado. Josep Guardiola deja al Barcelona, club
que durante tres años bajo su cargo, reivindicó la manera de hacer un futbol,
que además de estilístico, dejó 13 títulos en esa cantidad de tiempo.
Valdéz,
Puyol, Piqué, Busquets, Xavi, Iniesta y Messi, acompañado de algunos otros
nombres que redondearon toda una época fueron ciertamente los principales
actores sobre el campo de un concierto que maravilló una y otra vez cada fin de
semana al Camp Nou y a los estadios de Europa. Pero fue Guardiola el que los
conjuntó, el que los convenció de una misma idea y de una manera de ver el
futbol, llegando a un estilo casi perfecto que rápidamente se diferenció de los
rivales.
Para muchos
podrá ser aburrido jugar y tocar demasiado la pelota a ras de piso para llegar
al área contraria con eficacia y meter en promedio cuatro goles por partido.
Para Guardiola no. Ese fue el método y
la forma, algo extraña para muchos en estos tiempos donde manda el futbol
directo y sin escalas. Pep puso esa manera de ser como requisito indispensable
para pensar, para soñar, pero también
para ganar partidos y levantar trofeos, sabiendo que una cosa no tiene porque
estar peleada con la otra.
Fueron
tres años donde se tuvo que soportar la insolencia de un rival vestido de
blanco acostumbrado a ser el único grande y que por ello, no permite soberbias
ajenas, que trata de robar cada vez que siente que le quitan algo y que esta
vez no le quedó tratar de minimizar hasta la saciedad. Incluso, cuando la
guerra sucia estaba en su apogeo y parecía caerse en un mar de de
declaraciones, Guardiola respondió con el único guante blanco permitido durante
el duelo, el buen futbol, la superioridad sin discusión y marcar una hegemonía.
Pero no
todo es miel sobre hojuelas en esta historia. El entrenador y jefe se tuvo que hacer
de enemistades y dejar muertos en el camino que le hicieron ganar pocas
simpatías ante la opinión pública y una fama de implacable. Dentro del estilo y
gusto futbolístico que tanto le dio resultados, la disciplina y no tolerancia
en el vestuario no cayó bien en muchos, llámense Ronaldinhos, Decos y después
los Etos y los Zlatan. Fueron puntos de los que hasta la última conferencia
fueron la discordia en el interior del club.
Párrafo
aparte merece Lionel Messi, quien ha crecido a la par del hombre que lo puso
como el gran referente por encima de cualquiera y que no se equivocó. Piedra angular y regular en cada uno de los
13 títulos, la “Pulga” le debe mucho del crédito al entrenador que creyó en él
y lo encumbró hacía la cima. Pero es cierto que también Guardiola le debe
mucho. Una dupla técnico-jugador que será difícil de repetir.
Josep
Guardiola se va. A territorio sabático o al mundo británico. Se cansó de todo y
de todos, pero más de ganar y convencer. En territorio blaugrana hay huellas
que nunca se podrán quitar nunca.