viernes, 27 de abril de 2012

El doloroso adiós


L a mitad del mundo lo lamenta. Una cuarta parte guarda silencio y el resto respira aliviado. Josep Guardiola deja al Barcelona, club que durante tres años bajo su cargo, reivindicó la manera de hacer un futbol, que además de estilístico, dejó 13 títulos en esa cantidad de tiempo.
                Valdéz, Puyol, Piqué, Busquets, Xavi, Iniesta y Messi, acompañado de algunos otros nombres que redondearon toda una época fueron ciertamente los principales actores sobre el campo de un concierto que maravilló una y otra vez cada fin de semana al Camp Nou y a los estadios de Europa. Pero fue Guardiola el que los conjuntó, el que los convenció de una misma idea y de una manera de ver el futbol, llegando a un estilo casi perfecto que rápidamente se diferenció de los rivales.
                Para muchos podrá ser aburrido jugar y tocar demasiado la pelota a ras de piso para llegar al área contraria con eficacia y meter en promedio cuatro goles por partido. Para Guardiola no.   Ese fue el método y la forma, algo extraña para muchos en estos tiempos donde manda el futbol directo y sin escalas. Pep puso esa manera de ser como requisito indispensable para pensar, para soñar,  pero también para ganar partidos y levantar trofeos, sabiendo que una cosa no tiene porque estar peleada con la otra.
                Fueron tres años donde se tuvo que soportar la insolencia de un rival vestido de blanco acostumbrado a ser el único grande y que por ello, no permite soberbias ajenas, que trata de robar cada vez que siente que le quitan algo y que esta vez no le quedó tratar de minimizar hasta la saciedad. Incluso, cuando la guerra sucia estaba en su apogeo y parecía caerse en un mar de de declaraciones, Guardiola respondió con el único guante blanco permitido durante el duelo, el buen futbol, la superioridad sin discusión y marcar una hegemonía.
                Pero no todo es miel sobre hojuelas en esta historia. El entrenador y jefe se tuvo que hacer de enemistades y dejar muertos en el camino que le hicieron ganar pocas simpatías ante la opinión pública y una fama de implacable. Dentro del estilo y gusto futbolístico que tanto le dio resultados, la disciplina y no tolerancia en el vestuario no cayó bien en muchos, llámense Ronaldinhos, Decos y después los Etos y los Zlatan. Fueron puntos de los que hasta la última conferencia fueron la discordia en el interior del club.
                Párrafo aparte merece Lionel Messi, quien ha crecido a la par del hombre que lo puso como el gran referente por encima de cualquiera y que no se equivocó.  Piedra angular y regular en cada uno de los 13 títulos, la “Pulga” le debe mucho del crédito al entrenador que creyó en él y lo encumbró hacía la cima. Pero es cierto que también Guardiola le debe mucho. Una dupla técnico-jugador que será difícil de repetir.
                Josep Guardiola se va. A territorio sabático o al mundo británico. Se cansó de todo y de todos, pero más de ganar y convencer. En territorio blaugrana hay huellas que nunca se podrán quitar nunca.

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