sábado, 30 de agosto de 2008

Y la Princesa murió...

(Continuación de un texto escrito anteriormente en este blog. Algunas veces, la fantasía rebasa la realidad y los sentimientos, sobre todo para aquel que lo escribe. No hay mucho más que decir… )

La noticia se propagó de golpe. En medio del llanto y el dolor de sus amigos más cercanos, la Princesa falleció en la madrugada del sábado de una sobredosis.

La encontraron en un hotel del norte de la ciudad. Tras horas de inconciencia, fue descubierta en una habitación impregnada de la sensación del alcohol y las pastillas que la condujeron al oscuro camino sin memoria.

Después de una noche de fiesta, no pudo más. Había dicho a sus amigos que la dejaran en paz, que le dieran rienda suelta a su rebeldía y que las cosas podrían ser peor si la seguían en su dolor. Ella quería morir así.

Hasta su última noche le reclamó a su padre por la desventura de tener que salir de casa y no ser parte de ese infierno. Quién podría ser esa persona que la contuviera. Quién en este mundo podría entender que ella solo estaba para ejercer su voluntad.

La fama la había agotado. Una y otra vez, se cansaba de recibir elogios de tantos hombres que la acompañaban y que conquistaba de inmediato con ese sentido del humor y esa chispa de la mujer que quería vivir más.

Pero como toda Princesa, su angustia de salir del palacio le fue minando el orgullo. Día tras día comenzó a quedarse sin nada y en medio de la vergüenza trató de no ser sombra de su sombra, ni presa de sus temores.

Seducía por sobrevivir, suponía que así sería toda la vida. Pero no esperaba que las sorpresas le iban a dar a su existencia una historia adversa y cruel.

Por eso un día desapareció y se perdió en las calles. Encontró el amor, pero muy pronto se agotó, como una de esas cosas que no le parecen lo suficiente. Buscó consuelo en la pasión de los brazos que alimentan su necesidad de amar, odiar, destruir o inventar un mundo paralelo que le hiciera recuperar su sitio perdido en el mundo.

Hoy es noticia de primera plana. Ya no hay fantasías, ni reacciones mágicas, ni pócimas químicas. La Princesa se fue y dejó atrás el dolor de no volver a ser lo que fue.

Hoy todos la recuerdan. Mañana será historia…

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