sábado, 16 de abril de 2011

Necaxa o la costumbre del olvido

Dos años después de aquel partido en el Azteca, la tortura y las lágrimas regresan. Esta vez no fue el hermano América. Ni siquiera San Luis. Necaxa vuelve a la Liga de Ascenso, con el orgullo herido, la cara rajada por los golpes y la caída que dejan los propios errores.

Un regreso poco grato, pero justo. Diez y seis derrotas en 32 partidos, y solo 7 victorias en el mismo periodo de tiempo que dejó tres directores técnicos, varias dudas, algunos caprichos y culpables.

Los pocos pero recalcitrantes y añejos aficionados lo saben. Este club, el verdadero, murió desde principios de los 70, justo el día en que decidieron transformarlo en el Atlético Español. Atrás quedaron las épocas gloriosas de los Once Hermanos, del Pichojos Pérez, de Dante Juárez, del triunfo histórico al Santos de Pelé. El equipo que le dio identidad a un pueblo y a un sector de la población que con orgullo se declaraba necaxista.


Aquellas en donde los verdaderos electricistas mantenían al equipo pero poco a poco fueron siendo una carga, entre sus propios problemas y lo que significaba sostener un equipo de futbol. Ahí comenzaron toda clase de deudas, sobre todo con la nómina de jugadores, y el declive.


Luego de un paro laboral, que entre otros, encabezó Carlos Albert, en 1971 los electricistas vía gobierno cedieron el equipo a un grupo de españoles. El nuevo club se llamó Atlético Español. Pero como este último heredó las deudas y los contratos del Necaxa, se vieron obligados a jugar en un estadio tan grande como el Azteca. Sin dinero, sin afición y sin identidad.


Durante los 11 años de su existencia, ni siquiera con un subcampeonato ante Cruz Azul pudo el Atlético Español superar su promedio de 300-400 personas por partido y el equipo se fue perdiendo hasta que por arte de magia, regresó el Necaxa en 1982.


Y no pasa nada. Sus seguidores desaparecieron con el tiempo o se mudaron a otros equipos, y el club como tal se devaluó ante los pobres resultados, con una imagen gris y sus amenazas constantes de descender. Fue entonces en 1988 que Televisa, ante las nulas ofertas de compra, decide hacerse cargo de la institución. Los "Rayos" desplazaban a los "electricistas".


La década de los noventa llegó y el club mostró señales de mejoría, aunque faltaban las buenas noticias. Dos etapas de pocas nueces con los técnicos argentinos Eduardo Luján Manera y Roberto Saporiti dieron sin embargo una base importante de jugadores que tenía ya al ecuatoriano Alex Aguinaga y al chileno Ivo Basay.


En 1995, con Enrique Borja en la presidencia, Manuel Lapuente en la banca, y figuras nacionales como Ricardo Pelaez y Alberto García Aspe, el equipo se apuntala y logra su primer campeonato ante Cruz Azul. Un año después, una victoria ante los Toros de Celaya (curiosamente heredero de aquel Atlético Español), con todo y Emilio Butragüeño, les da un bicampeonato impensable. Un subcampeonato en 1996, un titulo más de liga, de visitante ante Chivas, en 1998 y el tercer lugar del primer Mundial de Clubes de 1999, lo confirman como "el mejor de la década", según algunos. Pero aún así, las cifras en la tribuna seguían sin reflejar esos logros. Sólo 5 mil aficionados de promedio en el Azteca en temporada regular.


Entonces, la apuesta importante. En 2001 y de la mano de Justino Compeán, el ahora presidente de la Femexfut, llega un proyecto para cambiar al club a Aguascalientes, con un nuevo y moderno estadio y una estructura deportiva sustentable. Los activos formarían parte de Televisa, pero la administración, los gastos, las ganancias y perdidas las absorbería un fideicomiso local.


En 2003 se realiza el sueño y el club se muda. El Estadio Victoria, de 25 mil aficionados, abre sus puertas, con llenos en todos sus partidos de su primer torneo, el Apertura 2003. Parecía, por fin, el resurgimiento.


Trece torneos cortos después, Necaxa sufre las consecuencias de pobres resultados deportivos. Solo tres calificaciones a la liguilla y dos descensos han bastado para que a casi ocho años de su mudanza a tierras hidrocálidas, ya se piense en un nuevo hogar y empezar de cero, con otros nombres y otro destino.


Puede ser Cuernavaca o el fin del mundo. Pero si sus mismos dueños no se dan cuenta del olvido en que ha caído este equipo y como lo han matado en sus entrañas, difícilmente sobrevivirá a su suerte. Una de las tradiciones más añejas del futbol mexicano que hoy más que nunca, navega sin rumbo fijo.







3 comentarios:

Rodrigo De Sahagún Sedano dijo...

Extraordinario trabajo mi Oski, qué más puedo decir, el estilo en la pluma más que amarrado. Estupendo.

Unknown dijo...

Está buena la columna muy completa pobre rayo se apagó !!! RIP

Rafa dijo...

Crónica digna de ser elogiada por su narrativa. Una joya en el estilo descriptivo del tema futbolero.
Una realidad de lo que es el futbol mexicano, se explota el manantial hasta secarlo. Una tristeza para el Necaxa y su incipiente afición.