martes, 13 de noviembre de 2007

Un poco de Soda...no basta (Parte 1)

No me he cansado. Desde que anunciaron su regreso, no he dejado de escuchar sus discos, de ver el DVD de moda, de meterme al Internet y leer a fans que son más fans que yo todavía, hablar del regreso de Soda Stereo.

Tengo que confesar que nunca les he perdido la pista, quizá porque soy de los que pensaba que esto no iba a volver a pasar y que cuando decían que no planeaban juntarse "ni locos", estaban hablando en serio. Por eso, decidí seguir de cerca la carrera de Cerati solista (tan criticado como admirado), y algunas noticias de Zeta y Alberti (muy pocas porque se fueron a no sé dónde). Pero ahí he estado.

Quizá mi fanatismo por Soda pueda interpretarse como un simple embrión de mi gusto por lo "argentino". Pero creo que va más allá. Justo en el tiempo en que Maradona captaba mi atención gracias a México 86, mi sentido de la música se limitaba a lo que los ochenta ofrecía. Lo inmediato era convivir con mi hermano y eschuchar a Supertramp, The Cars, Van Halen, The Police e incluso, Twisted Sisters. A la par de ello, me tuve que acordar que era un niño manipulado por los medios y vivir la época Timbiriche y demás cosas parecidas en la convivencia con los amigos.

Pero llegó 1987, y aunque se lea cursí, llegaron dos discos que me marcaron en mi forma de escuchar algo diferente: The Joshua Tree de U2, con todo el sentimiento y el feeling que tenían los irlandeses para componer e interpretar, más allá de sus capacidades, y Nada Personal de Soda Stereo, con el sonido de la guitarra y la voz potente -y diferente por lo menos para mí en aquel entonces- de Cerati junto al golpeteo de fondo que dejaban el bajo de Bosio y la bateria de Charlie.

Creo que a raíz de ahí, no me conformé con eschuchar cualquier tipo de música y más tratándose del "rock en tu idioma", slogan publicitario con el cual nunca llegué a relacionar a Soda.

Puedo nombrar a mil grupos de rock de los que me hice fan y de las diferentes épocas en donde disfrutaba escuchar desde Depeche Mode y The Cure hasta mi etapa "metalera" donde sentía realmente que cantaba como Axl Rose y tocaba la bateria como Lars Ullrich.

Pero el común denominador y lo que nunca me dejó fue Soda. Algo que siempre tenía presente, con canciones -y ahí voy otra vez de cursí- que se fueron convirtiendo como el soundtrack de mi vida.

Si bien es cierto que los primeros discos pueden ser los más emblemáticos, yo me quedo con Canción Animal y Dynamo, porque ahí llegaron al máximo de su fuerza, de su energía visceral y porque expandieron su parte creativa hacia espacios muy finos y a la vez, muy sólidos.

Sin querer sentí un vacío después de esa etapa y cuando regresaron con Sueño Stereo, creí que se habían ido diez años en lugar de dos, que se habían peleado con su pasado -como de cierta forma meses después ocurrió-, y tuve una sensación muy rara de que estaba oyendo algo de muchísima calidad que sin embargo, no era Soda.

Quizá de a poco me convencí de que tarde o temprano se separarían y eso derivaría en algo mejor. Pero aún así la despedida fue triste.

Lo mejor que vino después fue apreciar a un Cerati tan brillante como contrastante, tan artístico como electrónico y tan experimental como apegado a sus raíces. Zeta y Alberti mientras tanto, lucharon por sobrevivir lejos de esa sombra, sabiendo que los perseguiría toda su vida. Aún así, parecía lejano un reencuentro.

Ahora, como sea, aplaudo este regreso. Sin ponerme a pensar en el hecho que lo hacen por dinero o por el simple gusto de tocar, iré a los conciertos para darme el gusto de recordar, de disfrutar y de recrear en vivo diversas canciones que me definieron como persona, y con la calidad que sólo ellos saben hacerlo.

Soda Stereo está aquí y habrá que disfrutarlo.

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